Julia

Autor(a): Edgardo Sibajaraya


Maldije la parte trasera de mi bonita camisa blanca, que ahora le tapaba más de lo que debía, no dejándome apreciar aquel cachetero blanco que enmarcaba las mejores nalgas que jamás había visto. De pronto, se volvió y me descubrió espiándola. Pareció no disgustarse y volvió a apoyarse en la baranda del balcón; ella veía con detalle un gigante árbol, que servía de pensión de chicharras. Esa mañana, Julia amaneció con un visitante nuevo en su cama, yo, que le serví de almohada la mayoría de la noche y también de asistente, que ahora le preparaba un café, mientras ella apreciaba aquel hermoso roble vecino a la torre de apartamentos donde vivía. —¿Querés café? —le pregunté antes de levantarme de la cama. —Negro, fuerte y sin azúcar, por favor —casi me enamoré cuando escuché esas palabras. Me dio instrucciones de dónde guardaba el café, el molinillo, la prensa francesa, y me aseguré de prepararle el mejor café que yo sabía preparar. Me tenía en su marco. Terminé de preparar el café, lo serví en dos jarras de cerámica simil indígena, y mientras caminaba hacia el balcón, ella parecía chasquear los dedos en dirección al árbol. De pronto, una chicharra se le paró en la mano. —¡Hijueputa, mae, quite a ese bicho o no le doy su café! —le dije asustado, mientras ella se me acercaba peligrosamente. —Sabés que las únicas chicharras que cantan son los machos, y las hembras, para llamarlos, hacen un sonido similar a tronar los dedos. Si uno hace ese sonido, puede confundirlos, y los cantantes vienen a uno —me dijo mientras me guiñaba el ojo derecho. Yo, un cantante semi-conocido en el ambiente nacional con más talento que autoestima, ahora estaba jugando y perdiendo un juego contra aquella hermosa mujer, y me gustaba, es más, me encantaba. Chasqueaba con la mano izquierda y la chicharra saltaba a la mano izquierda; chasqueaba con la mano derecha y la chicharra brincaba nuevamente, y yo igualmente brincaba con mis ojos siguiendo el ritmo de sus dedos. No sabía si amarla u odiarla. —Ustedes los cantantes son todos iguales —me dijo mientras se burlaba de mí y dejaba la chicharra cerca de una rama del roble. Le ofrecí la jarra de café, la tomó con las dos manos, se la acercó a la cara, cerró los ojos, lo olió, dio el primer sorbo, abrió los ojos y me volvió a ver directo a los míos. —¡Delicioso! —Lo sé. —Ya se puede casar —me dijo en medio de una sonrisa. Nos sentamos en el suelo, uno al lado del otro, y para acompañar el café, unas galletas caseras y un cigarro cada uno; ella, Marlboro rojo, yo, Marlboro negro. —¿Usted se quiere casar algún día? No se asuste —se apuró a aclarar—, no conmigo, sino en la vida. ¿Cuál es su plan?, ¿cuál es la vida de un cantante? —Todavía no sé y prefiero no pensar en eso —le dije esquivando toda aproximación con el tema de mi vida amorosa. —Me prestás el celular, quiero dejarte un recuerdo. Dudé por un momento, pero igualmente se lo di. Se desabrochó dos botones de la camisa y se tomó unas cuantas fotos más que sugerentes, no mostrando nada más que su maravillosa sensualidad. Luego, grabó el sonido del chasquido de sus dedos y lo puso como tono a los mensajes provenientes de ella. Después del agradable café, me bañé y me apresuré a irme; hoy era día de visitar a mi novia. Nos despedimos en la puerta de su apartamento con un beso que invitó a repetir la experiencia y un “me escribís luego”. “Claro” le respondí embobado por aquella sonrisa. Apenas salí, revisé mi celular que se encontraba, sin saberlo, sin conexión. Inmediatamente activé la conexión y caminé hasta la parada de bus más cercana. Lo que yo no sabía es que en ese justo momento en que yo activé la conexión, las fotos de ella se estaban enviando directamente a mi novia. Mientras yo caminaba, mi novia las recibía. Cuando llegué a la parada, me llegaron dos mensajes normales y un chasquido que me devolvió la sonrisa a la cara. Me apresuré a revisar. Eran dos mensajes de mi novia y uno de Julia. Revisé primero los de mi novia. Novia: ¡Qué putas, Daniel! Novia: Ni se preocupe en explicarme, desaparezca. Revisé el mensaje de Julia: Julia: Respetenos, hijo de puta. :*

Sobre este cuento

Título: Julia.

Autor(a): Edgardo Sibajaraya.

Estilo(s): Drama. *

Estilo narrativo: Primera persona. *

Personajes: . *

Ambiente: Apartamento de Julia, ciudad contemporánea. *

Sinopsis: Un cantante tiene una experiencia memorable y comprometedora con una mujer llamada Julia, solo para enfrentar las consecuencias con su novia. *

Tema principal: Infidelidad y consecuencias. *

Punto de giro: Las fotos comprometedoras enviadas por Julia llegan accidentalmente a la novia de Daniel, quien descubre la infidelidad.. *

Mensaje o moraleja: Las acciones impulsivas pueden tener consecuencias inesperadas y devastadoras.. *

Sentimientos: excitación culpa temor

* Información generada parcialmente con herramientas de inteligencia artificial.


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