Acuantá

Autor(a): Edgardo Sibajaraya


Caminaba por algunos de los cerros de Escazú; nadie creería que tan cerca de lo que llamamos ciudad, se puede dar una desconexión tan grande. Cruzaba por caminos de barro apartando ramas y matas enormes, entre fincas delimitadas por árboles de jocote y guayaba, escuchando solo pájaros locales que rogaban por lluvia. Era mi forma favorita de pensar, dejar la comodidad de mi sillón y caminar calle arriba hasta donde se acaba el pavimento, el lastre y empiezan esos caminos llenos de piedras y un charco de vez en cuando, luego saltarme algún portón y desaparecer en los cerros con vistas al Valle Central. Estaba sentado en una piedra, pensando en el porqué las personas creemos que la tierra, o siendo correctos, el suelo, es suciedad. ¿Desde cuándo se nos inculcó que debemos protegernos del color café de nuestro suelo, que no debería estar en nuestras manos, ni pies y que jamás debería entrar a nuestra casa? ¿Será por eso que odiamos a nuestro planeta y hacemos todo lo posible por destruirlo? ¿Cuándo se dio ese desprecio por el suelo que nos soporta y provee? Empezaba con mis fuertes monólogos internos y me hundía entre preguntas incontestables y soluciones que salvarían al mundo si pudiera sacarlas de mi cabeza. Entonces el sonido de un motor me sacó de mi trance. Escuché cómo se parqueaba cerca de mi posición, luego cómo abrían el portón y seguidamente cómo el motor avanzaba hacia mí. No me moví de mi lugar. Un Toyota Land Cruiser del 84 amarillo se parqueó cerca de mí, un señor de pelo escaso, canoso y desordenado se bajó y se dirigió a mí: —Diay, muchacho, ¿qué hace usted aquí? Lo observé con detenimiento antes de responderle. Camisa a cuadros desabotonada a medias, faldones por dentro de un pantalón de mezclilla gastado y sostenido por una faja de cuero que, a simple vista, era auténtica, zapatos altos, sucios de campo y trabajo. Le ofrecí mi mano y él me respondió dándome un fuerte apretón, apenas sonreía. —Vine a caminar nada más. —Ah, qué bueno —pareció no creerme del todo—, yo vengo a dejar ganado de vez en cuando. El dueño de aquí es Juano Anchía, hijo de Francisco, oye, él les heredó todas estas tierras y han sabido trabajarlas. Acuantá estuvo por acá y me contó de un negocio que tiene de sembrar papa, y yo le dije "vea, Juano, acá se siembra cebolla y en Cartago se siembra papa, la papa de Escazú no va a ser tan buena como la de Cartago, jamás, oye, igual que las cebollas de allá nunca van a ser tan buenas como las de acá. Las cosas como son, Juano" y viera que yo creo que me hizo caso porque metió cinco cabezas más de una raza lechera buenísima, razas gringas, esas son las mejores… Cuando alguien se desprende tan rápido de la palabra, solo pienso en lo poco escuchados que deben ser en sus vidas. —¿Y a este señor Juano, le importará que yo venga aquí? —¡Nombre! Si ese hombre es lo más noble que hay, mientras no venga usted a hacer daño ni a dejar basura, no se preocupe, oye, ellos eran una familia muy pobre por mala cabeza, pero poco a poco Chico fue enseñándoles el oficio y Juano y los otros cinco varones han sabido tener buena cabeza, eso es importante, oye… Continuó contándome toda la historia de Chico Anchía y sus once hijos, sobre todo de sus cinco varones, la historia de cada uno y hasta lo que había estudiado cada uno de sus nietos. Lo curioso es que no me contaba nada de él, entonces decidí interrumpirlo. —¿Puedo hacerle una pregunta? Se detuvo de golpe y asintió tímidamente con la cabeza. —¿Qué opina usted de la tierra en las manos y los pies de la gente? Se quedó pensativo por un momento, cruzó los brazos como escondiendo sus manos y poniéndose a la defensiva. Me percaté de que tal vez podía ofender y me apuré a explicar. —No me malinterprete, antes de que usted llegara estaba pensando en eso… Le terminé de explicar, relajó nuevamente los brazos y se sentó en una piedra cercana a la mía. Tenía un gesto como de estar a punto de decir algo importante pero que no terminaba de articular. Me parecía que había pasado mucho tiempo y justo cuando empezaba a ser incómodo, inició su respuesta. —Las personas no entienden, sobre todo ustedes los jóvenes, que piensan que salvan el mundo a través de una pantalla, oye, ya nada les importa. Creen que la tierra es suciedad y que entre menos contacto se tenga con ella es mejor, piensan que la comida crece en el supermercado y que un tomate entre más redondo es mejor. De alguna forma somos como hijos de la tierra, oye, no debería avergonzarnos estar llenos de ella. El discurso, además de hermoso, había logrado mi cometido, ponerlo en jaque. Entonces le pregunté: —¿Y sus hijos? Cruzó los brazos nuevamente y cambió su gesto. —Tengo tres hijas y un muchacho; ellas estudiaron y él nunca hizo por dónde, lo consumió la droga. —¿Lo avergüenza? Frunció el ceño y me volvió a ver como cuestionando con la mirada. —Los hijos deben de amar a la tierra, al igual que la tierra ama a sus hijos, pa, debe ser algo mutuo —le dije mientras lo miraba tímidamente a los ojos. Mi padre se puso de pie y me volvió a ver con una mirada que me transportó a mi infancia. Me levanté con cierta cautela y me dio un fuerte abrazo, el primero desde que había caído en las drogas. —Vamos —me dijo con la voz entrecortada y los ojos húmedos. Me subí al carro y de repente fui aquel niño que su padre montaba con orgullo en el asiento de copiloto de su Toyota, yendo a casa. De repente mis manos estaban llenas de tierra y no me importaba, eran iguales a las de mi padre.

Sobre este cuento

Título: Acuantá.

Autor(a): Edgardo Sibajaraya.

Estilo(s): Drama. *

Estilo narrativo: Primera persona. *

Personajes: . *

Ambiente: Cerro de Escazú, campo costarricense. *

Sinopsis: Un hombre se reencuentra con su padre en los cerros de Escazú, reflexionando sobre la relación con la tierra y las heridas del pasado. *

Tema principal: Reconexión familiar y amor por la tierra. *

Punto de giro: El narrador revela su identidad a su padre, quien lo abraza por primera vez desde que cayó en las drogas.. *

Mensaje o moraleja: La relación con la tierra refleja la relación entre las personas y su capacidad de reconexión y sanación.. *

Sentimientos: nostalgia reflexión reconciliación

* Información generada parcialmente con herramientas de inteligencia artificial.


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