Un final falso

Autor(a): Edgardo Sibajaraya


Aquel día, me preparaba para dormir cuando una notificación rompió el silencio de mi habitación. Inmediatamente pensé en él y me maldije por seguir haciendo eso. Luché por no ir a por el teléfono y, en menos de diez segundos, ya tenía el aparato en mis manos iluminando mi cara. Desbloqueé. "Netflix. Creemos que esta serie te puede interesar." Mordí fuerte con mis muelas mientras mi puño trataba de destrozar el maldito teléfono, que al siguiente segundo volaba por los aires. Contra la pared más cercana se estrelló en una pieza y cayeron tres. Se cumplían exactamente tres años sin hablarle. Cada puto día un constante pensar en qué nos había pasado, qué había hecho mal (además de lo que ya sabía que había hecho mal). Me acostumbré a vivir con el dolor en el pecho y ahora, cuando me distraía, extrañaba el dolor. No éramos los mejores juntos, pero éramos nosotros, y cuando no lo fuimos, todo se derrumbó de manera muy violenta, extraña, casi incomprensible… casi; y, parafraseando a un poeta español, de repente era media dos y se sentía horrible. Las primeras semanas fueron odiosas. No importaba quién me escribiera; si no era él, era detestable. Borré su contacto y lo volví a agregar unas cinco veces hasta que destruí el papel con su número que guardaba en mi cartera. Conforme pasaban los días, semanas y se convertían en meses, lo único que me consolaba era pensar que él la pasaba igual de mal que yo. Encendí la luz de la habitación para observar los restos de mi teléfono, apagué la luz nuevamente y me recosté boca arriba. Sabiendo que no podría dormir, me puse a pensar. El problema era el de siempre: yo orgullosa un poco más que él y él orgulloso tanto como el mismísimo Dios. Empecé a conversar con mi ego, y con conversar me refería a discutir fuertemente con él, reclamarle y obligarlo a que me dejara vivir en paz. La negociación fue áspera y los resultados pobres; él se mantuvo en su posición de jamás escribirle y yo acepté que el dolor en el pecho había disminuido con el tiempo. Sí, mi ego ganó, él siempre gana. Decidí que era hora de dormirme, pero mi cerebro decidía lo contrario y me seguía tirando recuerdos: nuestros mejores momentos, los almuerzos juntos, cuando bailábamos en algún bar josefino, alguna que otra borrachera con vino en su casa y las largas discusiones donde arreglábamos el mundo y lo volvíamos a estropear en un solo párrafo. Una lágrima se deslizó sutil desde el rabillo del ojo hasta mi oreja. No sé cuánto tiempo estuve despierta. De repente, alguien tocó la puerta de la casa. Una esperanza me inundó el pecho. Creí escuchar su voz y de inmediato supe que era él. Mi corazón quería explotar. Intenté levantarme, pero no podía. La esperanza crecía al mismo tiempo que mi desesperación. Tomé rápidamente mi teléfono para ver la hora. Mi teléfono estaba en una sola pieza y de inmediato comprendí que era un sueño. Tocó la puerta una vez más y me desperté de golpe. Mis ojos estaban empapados y el dolor en el pecho había regresado con fuerza. Respiré profundo y golpearon la puerta nuevamente. Abrí los ojos como platos, me incorporé rápidamente y mi teléfono seguía hecho pedazos. —Un momento, por favor —me apresuré a ponerme una blusa y abrí la puerta. Era él.

Sobre este cuento

Título: Un final falso.

Autor(a): Edgardo Sibajaraya.

Estilo(s): Contemporáneo. *

Estilo narrativo: Primera persona. *

Personajes: . *

Ambiente: Habitación de la narradora. *

Sinopsis: Una mujer, tras tres años de no hablar con otra persona, enfrenta su dolor y recuerdos hasta que una visita inesperada cambia su noche. *

Tema principal: Amor perdido y esperanza renovada. *

Punto de giro: Tras romper su teléfono y soñar con él, la narradora se despierta al sonido de su puerta y lo encuentra allí.. *

Mensaje o moraleja: El dolor del pasado puede ser abrumador, pero la esperanza y las segundas oportunidades pueden traer una inesperada reconciliación.. *

Sentimientos: dolor nostalgia desesperación

* Información generada parcialmente con herramientas de inteligencia artificial.


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