Sabía que era suyo
Autor(a): Edgardo Sibajaraya
Cuando terminó de leer aquel libro que compró al azar en un stand cualquiera de una feria del libro mal organizada y servil al mercado, no le cupo duda de que era de él. Se había cambiado el nombre, pero era de él; ella conocía perfectamente cómo él escribía. Mientras avanzaba en las páginas se iba convenciendo, y el final le terminó de aclarar las dudas. El maldito se había cambiado el nombre y había publicado desde Colombia. Tenía veintiún años de no verlo. Salían de vez en cuando, tenían una química tremenda, pero él quería ser un alma solitaria y ella quería una familia. Un día simplemente dejaron de hablarse y renunciaron a su enamoramiento hollywoodense. Ella nunca dejó de pensar en él y él tampoco en ella. A los años, ella se volvió a enamorar de un tipo que, la única descripción que le es totalmente fiel es "peor es nada". Fue un enamoramiento rápido, ambos querían hijos y la edad los empujaba a hacerlo cuanto antes, sino los dejaría el tren; los dos tenían treinta y cuatro. Los primeros meses fueron tormentosos, pero el amor y un poco de Dios, todo lo puede. Ella le perdonó sus infidelidades y él le perdonó sus enojos. Era la pareja más estúpida, desequilibrada e irracional, pero después de ir a misa los domingos se reunían con otras parejas y entre todos se intentaban convencer de que no hay parejas perfectas, que todos tienen problemas y la conclusión final siempre era: "hay gente que está peor que nosotros". Consuelo de malvivientes. De genios tenían lo mismo que un limón de manzana o, dicho de otra manera, eran un par de estúpidos que creían fielmente que algún día estarían bien y que los hijos ayudarían en esto. Tuvieron dos varones. Él nunca dejó las infidelidades, solo que ahora mentía mejor. Ella lo sabía todo, solo que ahora tenían un hogar que cuidar y un ejemplo que dar a sus niños. Renunció a su carrera y su trabajo por solicitud de él, aprendió a ser ama de casa a la fuerza y encontró la realización en criar bien a sus bendiciones. Los años pasaron y la pareja promedio nunca mejoró. Digo… no es una sorpresa, aunque parecía que para ellos sí. Discutían, lloraban, se contentaban, tenían sexo de reconciliación, despertaban de buenas, él se iba al trabajo, ella cuidaba a sus hijos, él le mandaba un arreglo floral el día de la mujer, ella creía que eso era amor y luego el ciclo volvía a iniciar. Era todo tan enfermizo y desquiciante. Ahora sus hijos tenían 8 y 13, ella se había rendido a su relación. Compartía la casa con él, pero ese era el trato. Él creía que le hacía un favor a ella dándole un techo. Ella, en contra de su marido, había vuelto a encontrar un trabajo que la ilusionaba y la hacía sentir útil e independiente; le permitía tener libertad dentro de su cárcel y algún fin de semana podía hasta salir con una amiga y comprar un libro. Cerró el libro de su antiguo amor y mil -qué digo mil, millones- de mariposas subieron desde su sexo para revolotear en su estómago. En cuestión de segundos estaba frente a su teléfono buscando al escritor. Google le hizo el favor de colocarlo en primer lugar de su búsqueda. Entró al sitio; era un clásico sitio de escritor comercial, portadas pretenciosas y reseñas del tipo "Una aventura inquietante de principio a fin" - Diario El Estado, y estupideces de ese estilo. Se dirigió a la pestaña del autor y vio la foto. Era él, no lo podía creer, le sudaban las manos, sonreía para ella mientras se mordía el labio inferior. Era él sin duda. Se apuró a buscar un correo de contacto y de inmediato le escribió. Asunto: "Sabía que era suyo". Si ya había perdido interés en su marido, encontrar a su antiguo amor lo había convertido en un don nadie. Ahora que podía ver desde afuera, se daba cuenta del pedazo de basura del que se había enamorado, pero no se detenía a pensarlo mucho; reflexionar es más cansado que ver mini videos graciosos. Su marido había notado esto; ella ahora no solo era más independiente, sino que parecía feliz, y esto le preocupaba mucho. Constantemente su cerebro le tiraba interrogantes como: "¿Por qué está feliz si yo no he hecho nada para eso?", "¿Será que está ganando más plata y no me quiere decir?". No se puede esperar que un cerebro agredido toda la vida se detenga a hacer un análisis minucioso, además semana a semana tenía que inventar nuevas formas de escaparse a "jugar fútbol", su cerebro estaba al límite. Cuando ella estaba feliz, él buscaba desanimarla. Solo cuando la veía triste y cabizbaja recuperaba su confianza en la relación y el equilibrio en su hogar se restablecía. Las discusiones crecían en intensidad y frecuencia mes a mes, aún no llegaba a la violencia física, pero era cuestión de tiempo. Una noche, él llegó de uno de sus partidos y, al ver que ella se había atrasado con un tema laboral, estaba aún en la computadora. Eso fue suficiente para empezar la segunda discusión de esa semana: lo de siempre, gritos, llantos, reclamos, cobros, la vida. Estaba harta pero enjaulada; no quería volver a dormir en esa maldita cama nunca más, era el principio del escape. Decidió dormir en el sillón, llevó con ella su teléfono y, mientras se limpiaba las lágrimas, llegó una notificación de nuevo correo. Lo abrió de inmediato, vio el remitente: era él. Había respondido su correo, y no solo eso, se acordaba de ella, en realidad nunca la había olvidado y se encargó de que ella lo supiera. Al final del correo le dejó su número de teléfono y un: "cuando quiera me escribe". Al minuto siguiente le escribió: Ella: Hola, soy Juli. Sonreía, sonreía tan auténticamente que descubrió que le dolían los músculos de la cara. Estaba ilusionada, se sentía bien, aventurera, viva. Él: ¡Hola, Juli! Cuéntame, ¿cómo me encontraste? Y por favor, no te vayas nunca más. Malditos escritores. Esa noche hablaron hasta que la tarde se volvió temprano. Se pusieron al día, mentiras de por medio, lo normal. Su esposo había notado la sonrisa y, no soportando la ignorancia, esperó a que ella descuidara su teléfono y revisó sus conversaciones. Él podía soportar cualquier cosa excepto que le fueran infiel; era una humillación a su ser, a su hombre más auténtico, a su familia, a sus hijos, a la sociedad. Se fue al cuarto, abrió la gaveta de su mesa de noche y verificó tener balas en su arma. El final ya lo leímos muchas veces.
Sobre este cuento
Título: Sabía que era suyo.
Autor(a): Edgardo Sibajaraya.
Estilo(s): Drama. *
Estilo narrativo: Tercera persona. *
Personajes: . *
Ambiente: Hogar de Juli, ciudad, feria del libro. *
Sinopsis: Una mujer redescubre un amor del pasado a través de un libro, enfrentando el colapso de su matrimonio infeliz. *
Tema principal: Redescubrimiento del amor y desilusión matrimonial. *
Punto de giro: El reencuentro de Juli con su antiguo amor provoca una serie de eventos que exacerban los problemas de su matrimonio, llevando a un desenlace trágico.. *
Mensaje o moraleja: La búsqueda de la felicidad puede desestabilizar vidas construidas sobre mentiras y conformismo, a menudo con consecuencias devastadoras.. *
Sentimientos: nostalgia ilusión tristeza
* Información generada parcialmente con herramientas de inteligencia artificial.
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