Reencuentro Segundo

Autor(a): Edgardo Sibajaraya


Harto de pensar en ella, le mandó un mensaje. Él: Dos años cumplimos hoy. Ella: Dos años y un mes. Él: La extraño. Ella: Qué mierda, ¿por qué hace esto? Él: Soy un idiota. Ella: Sí. ¿Quiere que nos veamos? Él: Sí, en México, en el techo de la catedral, el 27 de agosto, tour de la mañana. No me responda, yo estaré ahí. Chau. Ella sonrió, cerró la conversación y la borró. Viernes 26 de agosto. Aeropuerto Internacional Juan Santamaría. Habían comprado, sin saberlo, el mismo vuelo; él llegó desde temprano y ahora se encontraba en la sala de espera de la puerta 9, volviendo a ver a todos lados con la esperanza de verla. Ella se había sentado estratégicamente en la sala 8 en un ángulo que le permitía verlo sin que él la viera. Tomaba de su café al ritmo del segundero de su reloj de mano; se dio cuenta de que estaba nerviosa y justo ahí se preguntó de nuevo: “¿Qué estoy haciendo?”. De repente, un deseo descontrolado de salir de ahí la invadió. Tomó más café y lo contuvo, respiró y volvió a ver nuevamente donde él estaba. Para su sorpresa, él ya no se encontraba ahí. Un escalofrío le recorrió el cuerpo; movió su cabeza histéricamente intentando encontrarlo. Lo encontró, estaba en la cafetería, justo al frente de ella. De repente, se arrepintió de su ya no tan estratégica posición. Intentó esconder su cara entre su maleta de mano y esperó a que se fuera. Él compró un café negro, sin azúcar, mientras pensaba en que ojalá fueran dos, ojalá uno fuera un capuchino con canela, ojalá uno fuera para ella. Se devolvió a sentarse, dando un último vistazo a ver si encontraba a esa inolvidable mujer. Decidió que ese era el último intento y si no lo lograba, se iba a dedicar a disfrutar de su viaje, aunque no sería así, pero eso quería pensar. Tiró el último vistazo, no la encontró y se fue a sentar a la par de una mujer que escondía su cara en su maleta de mano. El corazón de ella se aceleró, se quedó inmóvil esperando que a él no se le ocurriera comenzar una conversación. Sabía que no lo haría, él era asocial, eso sí era el mismo de siempre. Él se sentó al lado de la mujer de cabeza baja porque sabía que una persona así era más difícil que intentara entablar una conversación. Le incomodaba el roce con la mayoría de personas. Sí, era el mismo de siempre. Se sentó revisando alguna novedad en redes sociales. De pronto, un ligero olor a canela le llegó a la nariz; venía directo del vaso de café que sostenía la mujer al lado de él. Sonrió por la coincidencia, pero la ignoró. Pronto, abrieron la puerta, abordaron, los dos en clase turista. Ella esperó que él subiera primero, se tapó la cara y abordó de última. Había elegido uno de los primeros asientos, sabía que él no lo haría. Entró y se sentó rápidamente, cubrió su rostro recostándose a la ventana, y por fin respiró aliviada. El vuelo duró cerca de tres horas. La gigante ciudad lucía hermosa desde el cielo. México los recibió con un clima frío pero agradable para el turismo. Ella se bajó rápidamente y cruzó el gigante aeropuerto lo más rápido que pudo. Afuera, la esperaba el taxi que la llevaría a su hotel. Justo a la par del hombre que sostenía un cartel con su nombre, estaba otro que sostenía un cartel con el nombre del hombre al cual no quería ver aún. Se fijó en el nombre del hotel de él, no era el mismo. Agradeció al cielo y se apuró. El reloj marcaba las nueve cincuenta y cinco. El vuelo lo había agotado y lo único que quería era llegar a su habitación. Tenía una fuerte desilusión de no haberla visto. Revisó su celular esperando algún mensaje, nada. Se negaba a pensar que ella lo había ignorado, pero en su cabeza también era bastante imposible que ella se hubiera animado a embarcarse en esa travesía nada más por una aventura. Pensó en escribirle un mensaje, estaba en línea. Lo meditó durante varios minutos, pero no lo hizo. A unos cinco kilómetros de distancia, ella decidía lo mismo. Sábado 27 de agosto, Plaza de la Constitución. Un fuerte sol golpeaba el imponente zócalo. La gigantesca bandera justo en el centro aumentaba la sensación de que uno en esa ciudad es diminuto: el bullicio, los vendedores, los chamanes, el tráfico y él. Caminaba, después de tomar unas cuantas fotos, hacia la catedral; faltaban diez minutos para que comenzara el tour al campanario. Ella estaba a unos metros de distancia de la entrada; se esperó a que todos y él entraran, ella entró de última. El corazón de ella latía rápidamente, tal vez demasiado. Nuevamente se preguntó qué pasaba, por qué estaba haciendo esto. Ignoró todas esas preguntas y siguió su camino. Caminar por el techo de la catedral era algo que ya habían hecho, los dos. Les había encantado la vista y esta vez no había cambiado, era hermoso. Llegaron a la parte más alta, justo antes de bajar ella se paró atrás del grupo y le mandó un mensaje: Ella: Hey. Él: Hola. Ella: No pude ir. Él: Me di cuenta. Ella: Usted sabe mi situación laboral y sentimental. Él: Tranquila, estaba seguro de que no lo haría. Ella: Cuando regrese a Costa Rica, me avisa. Él: Ok. Ella: Hey, hágame un favor, tome una foto donde me la tomó la vez pasada. Él: Bueno. Se volvió hacia el sector este y vio a una mujer de pie, brazos abiertos, esperándolo, sonriéndole. No lo creyó, parpadeó fuertemente y alzó la vista de nuevo, era ella. Sonrió, le fue inevitable, aceleró el paso casi al punto de correr y se fundió con ella en un abrazo. —Maldita, pasé una noche de mierda. —Ja, ja, yo también estaba muy ansiosa. —Estaba seguro de que no iba a venir. —Mentiroso. —La mujer más ocupada y fiel que conozco salir del país, por el ex, sí claro. —Acá estoy, feliz cumpleaños. —¿Un cafecito saliendo de acá? —¿Al Tacvba? Se volvieron a ver, se amaron y lo reprimieron, una vez más. —Somos idiotas. —Somos piedras rod... —No, somos idiotas —interrumpió. Tomaron su café y pasaron el día juntos. En la noche, una habitación a unos cinco kilómetros de ellos quedó vacía y la otra recibió a un visitante. Al día siguiente su vuelo salió temprano, se despidieron en el aeropuerto, no pactaron volverse a ver, pero sabían que lo harían de nuevo. Él: Hey, ya llegué a Costa Rica. Ella: Tarado.

Sobre este cuento

Título: Reencuentro Segundo.

Autor(a): Edgardo Sibajaraya.

Estilo(s): Romance. *

Estilo narrativo: Tercera persona. *

Personajes: . *

Ambiente: Aeropuerto, Ciudad de México, catedral. *

Sinopsis: Dos ex parejas se reencuentran en México después de una separación de dos años, enfrentando sus sentimientos y su pasado. *

Tema principal: Amor y reencuentro. *

Punto de giro: El reencuentro en el techo de la catedral y la confesión de sentimientos reprimidos. *

Mensaje o moraleja: El amor verdadero puede persistir a través del tiempo y la distancia, pero las circunstancias y decisiones personales pueden impedir que se realice plenamente. *

Sentimientos: nostalgia anhelo amor

* Información generada parcialmente con herramientas de inteligencia artificial.


Este cuento pertenece a una serie

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